Que todos los seres humanos sobre la faz de la tierra tenemos miedo no es ninguna novedad. Se trata de una emoción que surge cuando enfrentamos un peligro real y puede activarse en cualquier momento. Simplemente, por ejemplo, cuando oímos un ruido en la calle.
El miedo es, en realidad, una respuesta corporal ante algo que percibimos como peligroso (miedo positivo). Frente a un peligro, y el temor que este nos provoca, podemos reaccionar de dos formas: atacando o huyendo. Cuando nos asustamos, la sangre se dirige a las manos (para pelear), o a los pies (para salir corriendo). Es un instante en el que no razonamos, pues no tenemos tiempo para ello.
Pero puede (y suele) ocurrir que en varias ocasiones nosotros mismos mantengamos el miedo "encendido" la mayor parte del tiempo. Cuando lo hacemos, aun sin darnos cuenta, dicha emoción normal y universal se va acumulando en el cuerpo. ¿El resultado? Algo tan común por estos días: trastornos de ansiedad. En otras palabras, el miedo acumulado genera en nosotros lo que se conoce como estrés.
El estrés no es otra cosa que la suma de todos los miedos que experimentamos permanentemente y son acumulados en nuestro organismo a lo largo del tiempo. Una señal de alarma encendida todo el tiempo no solo puede hacernos
estresar, sino que además puede conducirnos a alguna de las tantas enfermedades que conocemos.
Si bien es imposible no sentir miedo, todos podemos aprender a administrarlo. Para comenzar, necesitamos ser conscientes de los lugares donde lo hemos depositado, es decir, los diferentes aspectos de nuestra vida. ¿Dónde coloca el miedo la mayoría de la gente?
- En el dinero: El temor a no tener lo suficiente puede llevarnos a trabajar en exceso.
- En la agresividad: La persona violenta en el fondo es miedosa.
- En el control: Quien tiene la necesidad de controlar todo y a todos teme perder su libertad.
- En lo social: Hay personas que evitan a toda costa hablar delante de la gente. Se muestran como tímidos y tiene la creencia de que "no están a la altura de las circunstancias".
- En la postergación: Aquel que vive postergando y rara vez acciona, aunque suene extraño, muchas veces teme que le vaya bien.
- En el cambio: Algunos, sin darse cuenta, se niegan a realizar algún cambio, cuando se les presenta la oportunidad, por el miedo a lo nuevo y desconocido.
¿Cómo podemos administrar el miedo?
En primer lugar, reconociendo que tenemos miedo. Y luego atreviéndonos a accionar, a pesar de lo que sentimos. La diferencia entre alguien seguro y alguien inseguro es que ambos tienen miedo pero el primero lo administra, mientras que el segundo permite que este lo controle.
Para superar el miedo, resulta muy útil procurarse mentores, practicar la automotivación y jamás apresurarnos a interpretar las situaciones. Y, sobre todo, necesitamos comenzar a creer y confiar en nosotros mismos (si aún no lo hemos hecho), lo cual nos permite llevar a cabo lo anterior, con la convicción de que hemos sido diseñados y creados para superar cualquier obstáculo y triunfar en la vida.
¡Escojamos siempre la esperanza, antes que el miedo!
Por Bernardo Stamateas
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